“Aspiro a que por cada libro que escribo me lean unas 100 personas para que el trabajo valga la pena. Soy, antes que nada, muy lectora: no sea que por el tiempo que destino a la escritura me esté perdiendo de 100 maravillas que andan por allí afuera”.

Laura Restrepo llama el afuera a lo que se mueve más allá de los confines de su escritura y que mira hoy con fascinación y una especie de sorpresa. “Nunca las escritoras mujeres han tenido lectores como sucede en la actualidad. La maravilla es que esta literatura de mujeres en América Latina es un hecho contundente, no solamente desde el punto de vista de quienes escriben sino desde quienes la reciben, porque son legiones de mujeres las que andan leyendo”.

Restrepo se resiste a hablar de feminismo de la literatura: insiste en que los temas elegidos por las autoras son, más bien, universales. “Se tratan de textos con una inusitada fuerza extraordinaria, con una rebeldía enorme, buscando nuevas formas y abriéndose camino. Muchas autoras son muy jóvenes y ya tienen reconocimiento fuera del propio continente”.

Europa -España en particular- le da un espacio desde hace años a su literatura que encuentra un nuevo mojón en la novela Canción de antiguos amantes, donde en dos líneas argumentales, la colombiana aborda una amalgama de géneros, épocas, ritmos profanos y bíblicos que terminan finalmente convergiendo. La primera historia se basa en el mito de la reina de Saba y el rey Salomón –“todo mito que nace renace y todo mito que se encarna se reencarna” reza la obra- y la segunda es contemporánea, con una protagonista inesperada: Zahra Bayda, una partera somalí que asiste a mujeres en el territorio hostil del desierto.

Para construir la novela, Restrepo tuvo que documentarse mucho leyendo y releyendo, desde el antiguo testamento de la Biblia-donde aparece referido el probable reino de Saba- hasta el Corán, entre otros textos. En todo caso, el territorio quizá pueda representar un mito que se desvanece de los libros, al contrario de lo que pasa con la amalgama que construyó su personaje.

“Hay muchas Zahra Bayda que conocí en mis experiencias en África. Siempre he tenido obsesión y fascinación por las mujeres no desplazadas, sino desterradas. Porque no es que lo hacen por propia voluntad, es que las arrancan de su tierra”.

La colombiana explica, por ejemplo, que se cruzó también con genuinas exponentes de ese perfil en varios países de Latinoamérica, en la India o en los campos de refugiados sirios en Grecia, en un interminable peregrinar que escapaba de cualquier invención novelística y que la autora reflejó en su libreta como la periodista que nunca dejó de ser. “Eran mujeres de un enorme coraje que llevaban a sus hijos hacia donde la esperanza, indefectiblemente, las conducía casi por inercia. Son mujeres que conmueven por su vocación a la sobrevivencia, sin duda, son protagonistas, casi sin saberlo”.

- Podría decirse que -salvando las distancias- hay ciertas coincidencias entre su protagonista y las autoras de este momento en particular, que han tomado su espacio en la literatura.

- Para usar una palabra que no es bonita, debo reconocer que sí hay un boom de literatura escrita por mujeres, una expresión muy fuerte, sin eufemismos, que hacen referencia, no solo a las duras realidades de nuestro continente sino del mundo con una vitalidad que expresa la marginación , el sufrimiento o la discriminación de las mujeres y, al mismo tiempo, todo lo contrario: su fuerza, su capacidad de expresión, su inteligencia para moverse en el mundo y su aparición con un vigor notorio en el escenario internacional.

- ¿A qué autoras admira actualmente?

- No quiero dar nombres porque hay tantas que temo cometer una injusticia pero te puedo hablar de las pioneras. Primero tenemos una tradición de grandes mujeres poetas donde se entronca esto, por ejemplo, Alejandra Pizarnik o Gabriela Mistral. En cuanto a las novelistas, por nombrarte a una, que para mí es una de las grandes autoras más allá del género, es Margarita Yourcenar. Yo creo que ha sido una gran maestra de cómo se escribe una novela a la altura de los autores de todos los tiempos. Y también mencionarte a una gran autora española, una amiga que murió hace poco y que dejó un legado fantástico, Almudena Grandes, otra gran antecesora de este movimiento.

- ¿Dónde reconoce influencias como escritora?

- Antes de dedicarme a escribir fui maestra de escuela a los 17 años y luego por mis años de militancia política, donde yo siento que recogí muy buena parte de lo que es el espíritu de lo que escribo, esa necesidad de que lo que hago tenga el brío de una acción política, por mi formación también como graduada en filosofía y letras y maestra universitaria de literatura. Por mencionarte a uno, que es muy obvio que fue mi maestro, porque al leerlo me fijé como acentúa, como pone los adjetivos, por haber escrito sobre el meollo de lo humano, José Saramago. Cuando leí a Saramago me dije: es el escritor de este siglo. Leí todo y luego tuve el enorme privilegio de la amistad por tantos años. Además, Saramago tiene una cosa prodigiosa que es tan escritor europeo, portugués, español como latinoamericano. Yo creo que no son muchos los autores europeos que son vistos por los latinoamericanos como propios.

PERFIL

Laura Restrepo (Bogotá, 1950) es autora, entre otros libros, de Dulce compañía (1995), La novia oscura (1999), La multitud errante (2001), Delirio (2004), Hot sur (2013) y Pecado (2016). Sus novelas han sido traducidas a más de 25 idiomas y han merecido, entre otras distinciones, el Premio Alfaguara, el Sor Juana Inés de la Cruz, el Prix France Culture, el premio de la crítica francesa a la mejor novela extranjera publicada en Francia en 1998 y el Grinzane Cavour 2006 a la mejor novela extranjera publicada en Italia. Actualmente es profesora emérita de la Universidad de Cornell, en Estados Unidos.

Canción de antiguos amantes *
Por Laura Restrepo

Todo permanece inmóvil, salvo el revuelo del viento en el pelo de ella. Siempre me asombra el pelo de la gente; tiene vida propia y se rebela contra la voluntad del dueño. La melena de Zahra Bayda anda sin control, le azota la cara, se le mete en la boca, le tapa los ojos.

Insisto en señalar a Zahra Bayda la lucecita solitaria y movediza que veo en la distancia y que se empeña en seguir subiendo, como un reflejo flotante. ¿Alguien que viene del campamento con una linterna? Me pregunto cómo habrá podido traspasar la alambrada. Tal vez aprovechó la hora de más calor, cuando los guardias se amodorran en las garitas.
Este desierto debe ser el ombligo de la sequía incontenible que está arrasando el planeta y hará que los humanos nos volvamos litófagos y acabemos comiendo piedras, como la cacatúa de cresta amarilla y el lagarto blanco.

Zahra Bayda habla con dolor; nació en esta parte del mundo y ésta es su querencia. Estudió por fuera, pero se apega a estas gentes. Busca palabras para explicarme la tragedia. Ella misma no acaba de comprenderla y sospecha que tampoco la comprenden quienes la padecen, solamente quienes la promueven, pero ésos la manejan desde lejos.

* Fragmento.

© LA GACETA

Sergio Silva Velázquez